Reseña
Escrita por Sergio Sauvalle, “El corralero” se convertiría rápidamente en una de las más queridas tonadas chilenas. En momentos en que la guitarra adquiría gran popularidad en las ciudades, desplazando al piano en el ámbito doméstico, esta tonada se introduciría en las casas, cancioneros mediante, no solo para ser escuchada, sino para ser interpretada por todos aquellos jóvenes que acogían este instrumento como símbolo de independencia generacional.
En 1965, año de su publicación, “El corralero” obtendría el tercer lugar en el certamen folclórico del Festival de Viña del Mar. Pocos meses más tarde esta creación encabezaría los rankings musicales de la capital –en años en que ya The Beatles acaparaban la atención santiaguina con sus primeros hits–, y su difusión en Argentina favorecería la inserción de nuestra música chilena en el país trasandino.
Su éxito, no obstante, encerraría una visible paradoja: de temática y rasgos sonoros esencialmente tradicionales, esta obra, en su viaje hacia el público, en la acogida por parte de sus fans, se insertaría plenamente en los procesos propios de la cultura de masas; así, sería desde la ciudad que esta canción regresaría, con nuevas fuerzas, al mundo rural que la había inspirado, para convertirse en un ícono del mundo campesino.