Reseña
Esta canción, que a primera vista podría comprenderse como puramente tradicional, conjuga un ritmo de origen escocés, el reel –que habría llegado a nuestro país durante el siglo XIX y habría sido rescatado por Margot Loyola en Chiloé–, con nuestra tradición campesina del velorio del angelito, acogiendo también, quizá primeramente, la experiencia vital de la propia Violeta Parra, quien –estando de viaje en Europa– perdería a su hija Rosita Clara, de muy corta edad.
En ella, la tristeza por la pérdida de un hijo se expresa al modo de la creencia popular: el amor frente a la vida vence al dolor por la muerte, entregando una luz de sentido sobre la existencia humana. La tierra, con sus flores, sus jardines, con sus pajaritos, mariposas y pececitos, se introduce en el cielo; el cielo, morada del nuevo angelito, se acerca así a la tierra, brotando un nuevo vínculo al interior de la familia y una nueva sabiduría para afrontar el futuro, colmada, en el decir de la propia Violeta, de paciencia, valor, condescendencia y resignación infinita.
Abierta al misterio, sin tiempo aparente, trágica, también llena de vida, libre, desafiante, esta canción es, sin duda, una de las más difíciles de cantar de nuestro repertorio nacional.